Caminaba en el parque de diversiones. Una tropa entera me acompañaba. Entre ellos, mi amigo… ¿mío? Me miraba enfadado. Bastó eso para dejarme en claro nuestro fin. Atrás de todos, ella seguía al grupo, mirándome sutilmente. La voz me hacía sentir agradable… tan vivo… “No tengas miedo” ¿Dónde estaba en ese entonces? ¿Ya volvíamos del parque? “No importa, déjate llevar”.
La voz de ella y la de cientos otros se acomodaron despacio en mis oídos. Quizás estaba parado al borde de un puente, ¡Qué bien se sentía! Lejos de la preocupación de ella, tan cercana a mí. ¿Qué decía? Gritaba un nombre… mi nombre. ¿Tengo un nombre? Sus lágrimas cayeron antes que yo. La cara de horror de aquellos… Tenía miedo… Quería que ella fuera mía… No quería irme aun… tenia sed… mi garganta se secaba mientras gritaba. “Agua”. La voz me reconfortó… tragué cuanto pude. Los líquidos se sentían largos, ya no escuchaba ruidos, no la escuchaba a ella… Quería escucharla… no a la voz, sino a ella… “¿A qué le temes?” Los ojos se me cerraban por el peso del agua. El frío me desvanecía. Lo escuchaba… me importaba mi vida. Quizás me ahogue esa noche… solo quería amarla…
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