Mi amigo apareció ante mí de la nada. Hablando de lo idiota… ¿Quién es idiota? “poco hombre”… ¿Estaría hablando de él mismo? ¡Qué dolor de cabeza!
Fui libre. Lo despache enseguida sin dudar… ¿Habré hecho lo correcto? Tengo miedo de mí mismo. “Lo correcto” resonó, hasta que la mujer, esa que me dio a luz, apareció en el umbral de la puerta. Detrás de ella, su marido… la mujer tenía un marido. Se sentó junto a mí y comenzó su monólogo. No logre escucharle nada… por lo que la solución fue un “lo siento”. Salió así satisfecha, mas el hombre tomaba el turno. Gesticulaba y reía, como si de amigo se tratara. De él solo escuche “ser como tu mano derecha”
Le sonreí sin saber que debía envidiarle yo a mi mano derecha… “Nada” acertó la voz, pues ella si tenía respuestas. No como mi mano derecha, incapaz de hacer sonar una simple caricia. Y así, escuché toda la noche a la voz que iluminaba mi camino.
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