CAZ: agosto 2011

miércoles, 24 de agosto de 2011

Ernesto, el conserje del hotel

  •           ¿Aún no las encuentras? – dijo, con la voz cansada de tanto reclamar.
  •           No – respondió tranquilamente.
  •           ¿Dónde has metido mis llaves? – preguntó Ramón con insolencia luego de veinte minutos.
  •           Yo no las tomé – le explicó el empleado, Ernesto, liberándose de culpas.
  •           Pues, alguien debe de haberlas tomado y tú has estado de guardia, Ernie.
  •           Mi labor es cuidar el edificio y la recepción, no sus llaves, don Ramón.
  •           No me vengas con estupideces…
  •           No son estupideces. Yo sigo las normas del juego. El que usted no sea capaz de cuidar sus propias llaves no es mi responsabilidad.
  •           Pues no será tu trabajo la guardarropía, pero si algún amigo te pide un favor, deberías ayudarle lo mejor posible.
  •           Don Ramón, nosotros no somos amigos.
  •           Bueno, pero que malagradecido eres. ¡Gracias a nosotros tienes trabajo en este edificio! ¡Gracias a que nosotros pagamos el arriendo, tú puedes llevar el sustento a tu hogar! ¡Dale gracias a dios que te saludamos como se debe! – resopló enojado.
  •           No, don Ramón. Usted paga, yo trabajo. Esa es la única verdad, según sus políticas de mercado.
  •           ¡Mira muerto de hambre! ¡Si no me entregas mis llaves, voy a llamar a los carabineros!
  •           ¿Y para qué?
  •           ¡Para que te lleven preso por ladrón!
  •           Yo no he robado nada, Don Ramón.
  •           ¡Entonces responde por mis llaves! ¡Quiero entrar a mi casa!
  •           No es su casa, don Ramón. Recuerde que usted arrienda…
  •           ¡Me importa un carajo!
  •           No, don Ramón. Si le importa.
  •           Voy a golpearte, Ernesto… ¡No me provoques!
  •           No, don ramón. Usted no puede golpearme desde su silla de ruedas. Recuerde que es inválido y yo estoy detrás de un mostrador.
  •           ¡Qué te has creído, insolente! ¡Voy a llamar a carabineros! – explotó Ramón, sacando su celular.
  •           No, don Ramón. Recuerde que aun no restablecen la luz en la ciudad, por lo que sus llamadas no serán transmitidas hasta en una hora más. Y aunque hubiese electricidad, no ha pagado su cuenta en la compañía de teléfonos. Dese por vencido.
  •           Tienes razón – suspiro Ramón – has ganado hoy.
  •           Tome sus llaves, don Ramón.
  •           Gracias, Ernesto.