- ¿Aún no las encuentras? – dijo, con la voz cansada de tanto reclamar.
- No – respondió tranquilamente.
- ¿Dónde has metido mis llaves? – preguntó Ramón con insolencia luego de veinte minutos.
- Yo no las tomé – le explicó el empleado, Ernesto, liberándose de culpas.
- Pues, alguien debe de haberlas tomado y tú has estado de guardia, Ernie.
- Mi labor es cuidar el edificio y la recepción, no sus llaves, don Ramón.
- No me vengas con estupideces…
- No son estupideces. Yo sigo las normas del juego. El que usted no sea capaz de cuidar sus propias llaves no es mi responsabilidad.
- Pues no será tu trabajo la guardarropía, pero si algún amigo te pide un favor, deberías ayudarle lo mejor posible.
- Don Ramón, nosotros no somos amigos.
- Bueno, pero que malagradecido eres. ¡Gracias a nosotros tienes trabajo en este edificio! ¡Gracias a que nosotros pagamos el arriendo, tú puedes llevar el sustento a tu hogar! ¡Dale gracias a dios que te saludamos como se debe! – resopló enojado.
- No, don Ramón. Usted paga, yo trabajo. Esa es la única verdad, según sus políticas de mercado.
- ¡Mira muerto de hambre! ¡Si no me entregas mis llaves, voy a llamar a los carabineros!
- ¿Y para qué?
- ¡Para que te lleven preso por ladrón!
- Yo no he robado nada, Don Ramón.
- ¡Entonces responde por mis llaves! ¡Quiero entrar a mi casa!
- No es su casa, don Ramón. Recuerde que usted arrienda…
- ¡Me importa un carajo!
- No, don Ramón. Si le importa.
- Voy a golpearte, Ernesto… ¡No me provoques!
- No, don ramón. Usted no puede golpearme desde su silla de ruedas. Recuerde que es inválido y yo estoy detrás de un mostrador.
- ¡Qué te has creído, insolente! ¡Voy a llamar a carabineros! – explotó Ramón, sacando su celular.
- No, don Ramón. Recuerde que aun no restablecen la luz en la ciudad, por lo que sus llamadas no serán transmitidas hasta en una hora más. Y aunque hubiese electricidad, no ha pagado su cuenta en la compañía de teléfonos. Dese por vencido.
- Tienes razón – suspiro Ramón – has ganado hoy.
- Tome sus llaves, don Ramón.
- Gracias, Ernesto.
miércoles, 24 de agosto de 2011
Ernesto, el conserje del hotel
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